miércoles, 28 de enero de 2009

UNA CALIDA VISITA- PRIMERA PARTE


Hace días que el tren recorre, una tras otra, estaciones parecidas. A través de los cristales las imagenes se suceden inmersas entre las brumas. Las horas transcurren monótonas sin que se aprecien muchos cambios ni dentro ni fuera de los bagones. Noches frías y oscuras dan paso a madrugadas que no acaban de abrirse a la luz del día. El sol se escondió la otra tarde detrás del pico de una montaña cubierta de blanca nieve y debió de ser raptado por algún duende travieso porque no he vuelto a saber de él. Su ausencia me pone triste. Extraño mucho su calor. Llevo días encogida. Mi cuerpo dolorido ha intentado reemplazarlo recogiéndose bajo una manta que alguien dejó olvidada en el asiento de al lado, pero no lo ha conseguido.

Hemos parado en numerosos andenes vacios e inhospitos donde pocos viajeros se aventuraban a emprender viaje y los pocos que lo hacían lo hacían ligeros, envueltos en mantas y abrigos para resguardarse del viento helado que azotada sus cuerpos. He visto pocos rostros en estos días. Apenas he sentido la caricia de una mirada. En algunos momentos he confundido el día con la noche y he perdido la cuenta del día en el que estamos...

En medio de un vacio, seguramente a media noche o en mitad de un día demasiado oscuro, alguien entró silencioso. Su figura se movía entre las sombras de forma irregular. Parecía flotar en el aire. Sin pronunciar palabra se sentó enfrente mio. Iba cubierto por un manto oscuro que le cubría todo dejando solo al descubierto un pequeño trozo de su cara, lo suficiente para que entrara aire en su boca y saliese por su nariz, y dejaba salir un inmenso brillo de sus pequeños y penetrantes ojos.

El lugar pareció llenarse de su precencia. Dejé de sentir frio y pude despegar un poco la manta de mi cuerpo. Mis músculos entumecidos recobraron un poco de vida. El o ella, pues era inmposible adividar de que ser se trataba, permanecia callado, extremadamente inmovil. Solo sus ojos se movian suavemente y mi cuerpo se extremedió cuando me apreció sentir la caricia de sus pupilas sobre mi. Estaba tranquila, serena, pero no se explicar porqué y aunque mi cuerpo seguía recibiendo calor, comencé a tenblar de una forma ritmica. No podía controlar mi cuerpo y mi corazón cada vez se aceleraba más.

Recuerdo que, como si alguien hubiese apagado un interruptor, mis ojos se cegaron, la luz desapareció y yo, irremisiblemente me sumergí en la más absoluta oscuridad. Entonces dejé de sentir mi cuerpo y me olvidé de todo cuanto me rodeaba. Tanto me olvidé quien era y adonde me dirigía...

1 comentario:

  1. Que escritura más bonita e interesante.
    parecía que iba yo a tu lado en el tren.
    Estoy deseando leler el proximo post.
    Un beso con todo mi cariño.

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